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jueves, 3 de octubre de 2013

Capítulo cinco: Los tambores de la rebelión

Ya no sería tan cercano con Lucy a partir de ahora, mas sabía que entre nosotros acabaríamos matándonos, pero para no ganarme un zarpazo en la espalda, decidí hacerlo oficial:

"Yo, Marshall, prometo mantener mi alianza con la señorita Lucy hasta que no queden más personas excepto los dos ya mencionados"

Ella firmó, yo firmé, y ese fue el final de nuestra amable relación. Yo me volví de nuevo distante, mas a pesar de que ella me salvara, ella intentó matarme. Andábamos a salvo por la ciudad, mas las zombies acababan de morir. Y de la nada... ¡BOOM! Una fuerte explosión nos arrastró contra una pared. Caí al suelo y miré quién estaba atacando. Vi en el edificio a un tipo con un lanza-granadas. Se rió con tanta fuerza y locura que me hizo congelar la sangre. Gritó:

-Os daré una oportunidad de acabar conmigo. Subid por este edificio lleno de trampas. Si sobrevivís, podéis matarme. Pero os lo advierto, ¡una chica lo intentó y la palmó en su momento!

Conocía a ese loco. Lo llamaban "Billy el Niño" por sus múltiples actos vandálicos. No podía jugar limpio ese desgraciado... Pero debía morir, y los zombies tampoco irían a por él... Entonces entré en aquel edificio. Constaba de un par de escaleras colocadas en lados opuestos. Parecía un bloque de oficinas. Caminaba muy cauto de no pulsar ningún botón ni sensor...  Pero era muy difícil, estaba plagado de botones y trampas para osos. Podría palmarla en un segundo. Me di cuenta de que Lucy no estaba conmigo... ¡CRANCK! Una trampa para osos se activó, pero no perdí la pierna de milagro. Subí las escaleras. Caminé lentamente y... ¡FUS! Flechas salían de tubos. Corrí con gran velocidad las escaleras hasta que... Una trampa de cuerda me lanza un par de hachas hacia el pecho, las cuales detengo con la katana con mucha suerte. Segundo piso. Esta estaba llena de zombies ciegos y trozos de cristal por el suelo. Y lo entendí. No podía andar con velocidad o si no me cortaba, ni podía ir con sigilo porque los cristales se chivarían... Tenía que decidir... Luchar contra los zombies pero no cortarme los pies o cortármelos y salvarme de los zombies... Eran demasiados... Por lo que me quito los zapatos para no hacer ningún ruido. Ando lentamente y el dolor es inexplicable. Tomo la katana por el mango con la boca y la muerdo con fuerza para abstenerme de gritar. La muerdo con muchísima fuerza y llego a las escaleras. Ahí abre la puerta Billy y me tira una cegadora a los ojos, atrayendo a todos los zombies. Traidor hijo de puta. Me puse a subir las escaleras totalmente a ciegas, ese tipo era sigiloso como yo. Llegué a la azotea y... Nadie. Me asomé y recibí una flecha en la espalda. Me giré y estaba encima de la entrada.

-Lo siento, colega, pero ni de broma. ¡Chao!

Saltó de la azotea y... Desapareció. Le seguí hasta donde se tiró y vi su trampa: La alcantarilla. Salté y me metí en ese asqueroso agujero. Aterricé de culo sobre Billy. De milagro no perdió el cuello, pero sí que estaba adolorido. Se echó al fondo de la alcantarilla, acorralado. Lo tengo... ¡BOOM! Otra explosión. Le dio tiempo a sacar su arco y apuntarme con una flecha envenenada.

-Game Over, pequeñajo.

Lanzó su flecha y... Vi toda mi vida en ese instante... Avancé hacia delante y me agaché para esquivar. Otra flecha, Un salto... Otra flecha, Un corte de espada... Una última flecha. Golpe en su arco. Aplasto la katana contra su cuello.

-Game Over, jugador.

¡Chin! Su cabeza rodó y cayó al agua, manchando el agua de rojo.
Jadeé un poco, mirando el estropicio de sangre y vi algo entre el agua enrojecida... Su magnífico arco y su carcaj con unas 15 flechas restantes. Tomé ambas cosas, me ajusté el carcaj a la espalda y el arco pegado a este. Decidí salir de aquella cloaca y de paso, si alguien se cruzaba, acabar con esos supervivientes. Saqué mi cabeza de la alcantarilla y justo pude ver a una pareja de rusos paseando entre la ciudad furtivamente. Saqué la katana y les grité:

-¡Bellacos! ¡Preparaos para un duelo!

Ambos se giraron. El ruso de ojos azules y con gorra con la estrella roja de cinco puntas con su joven novia pelirroja de ojos verdes:

-¿Has oído eso, Serrgej? Este niñato quierre pelearr.

-¡TE MACHACARREMOS, NIÑO!

-¡Venid aquí! ¡No os tengo miedo!- chillé, amenazándoles para que se acercaran con la mano.

¿Os quiero ser sinceros? No me acuerdo de la pelea. Me acuerdo solo que corrí, pegué un espadazo lateral y estos lo esquivaron. El Sergej de una patada en la cara me borró la memoria. Me desperté con un dolor general, estaba en el suelo y Lucy tumbada a mi lado:

-Vaya... ¿Qué te pasó, princeso?

-Déjame en paz...- me giré al lado opuesto del de Lucy, pero ella me giró con fuerza y se sentó sobre mi cintura, besándome con furia paralizándome las muñecas. Me quedé de piedra... ¿Qué demonios le pasa a esta chica? ¿Porqué me quiere enloquecer el corazón? Se separó con lujuria y me puso un dedo sobre mis labios:

-Shhhh... No digas nada... Yo sanaré una vez más tus heridas.

Y me desnudó otra vez el torso, sanando mis heridas con el material médico que encontramos, ella se lo había quedado. Sí que era mi ángel de la guarda...

-Lucy... Mañana iremos a por esos rusos asquerosos. Por ahora, vamos a la torre.

-Lo que desees...- murmuró suavemente cerca de mis labios.

Volvimos a aquel hotel, nos recostamos en la cama, pero algo fue diferente... Yo me tumbé como siempre, pero Lucy estaba tardando... Volvió con una blusa blanca y sus braguitas rosas. Se tumbó y se recostó con fuerza sobre mí, mostrando sus amplios pechos:

-Marshall... Eres mi príncipe azul... No podría permitir que te pase nada...

Y entonces entendí todo. No era un sentimiento solo. Éramos como compañeros sentimentales. Sabía que no había cámaras... Así que... Quería saber si sentiría lo mismo que con Catherine, así que la besé profundamente, mezclando las lenguas y sintiendo un muy cálido tacto. Sentía mi corazón latir mucho más fuerte, pero no era igual que con Catherine... Era más fuerte, pero más extraño y tosco... ¿Qué era esta sensación? Me separé y empecé a jadear... Sentía ganas de hacerla mía... Ya no tenía la poca razón que sentía... La revolqué por la cama y la presioné contra esta. Jugueteé con su pelo, con su cuello y con sus labios... Y esa noche fue cuando ella y yo disfrutamos de un amor desenfrenado y loco... Una muy fuerte lujuria...

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