La chica decepcionada pensando que la historia iba a tener un mejor final y claro....se levantó y cogio el viejo libro, con la intención de no tirarlo, claro está, asi que se lo lleva directo a su pisito.
Cuando está en frente del bloque de pisos y va a sacar als llaves para abrir el portal, una hoja le agarra parte de un lado de la cabeza y se cae al suelo desorientada, al cogerla, ve que la hoja era parecido al libro que ella tenia, empieza a compararla para estar segura y sonrie satisfecha, vio que estaba escrita por ambos lados y empezó a leer sentada en el suelo con gran interés:
6 mayo de 2015, Desierto del Sahara.
He podido recuperar algo de inteligencia gracias a pelearme con zombies por mi armónica, mas es mi único recuerdo con el exterior, aun que no sé bien que simboliza. Creo que la tuve el día que me exiliaron en el Sahara y perdí el amor de mi Catherine. Bruce y Michele (Son los humanos que doblegan a los zombies restantes en el puesto del desierto. Creo que el segundo es italiano) encendieron el megáfono:
-Atención. Quiero que el "Zombie de la música lastimera" venga aquí.
Ese era yo, el zombie de la música lastimera. Tocaba todos los días una música muy triste para consolar mi dolor. Guardé mi armónica entre los bolsillos de mi "pantalón" y fui allí. Había un camión de mercancías muy grande aparcado, abierto:
-Entra en el camión, por favor- me dijeron. Ya me conocían y sabía que no les atacaría salvo si exponían una herida o algo sangriento al sol. Entré cabizbajo y cerraron tras de mí. Oscuridad. Me quedé en medio de aquel espacio, sin moverme, a veces tambaleándome por el viaje del coche.
Decidí no moverme. Ya sabía cual sería mi destino: Hace un par de días tomaron a un zombie colega mío y no volvió. Está claro: iban a acabar con mi existencia. Aun que da igual, para el mundo tendía que ser como en este momento. Un ser de pie en una oscuridad imposible de abarcar.
Abrieron la cámara del camión:
-Oye... Debemos atarte para llevarte al laboratorio.
Sin oponer resistencia, me dejo atar. Sabía que iba a morir. Alarmase era intentar retrasar lo inevitable. Me llevaron por aquel largo y limpio pasillo. Parecía un hospital. Me metieron en una sala:
-Aquí tiene. El sujeto #40732.
-Perfecto. Recuéstelo ahí- dijo la voz suave de la doctora. Me tumbaron a la fuerza en la camilla.
-Anestésielo- pronunció. Que raro, me sonaba esa voz. Bueno... 10... 9... 8... 7... 6... 5... 4... 3...
Sueño. Mi sueño es muy movido y agobiante: es mi último recuerdo como humano, esperando a Catherine en aquella arena. Y como sus ojos de amor se volvieron ojos de odio. Y como ella acabó con mi vida...
Despierto lentamente. Muy lentamente. Lo típico de las películas, abres los ojos, los vuelves a cerrar, los vuelves a abrir, y así sucesivamente hasta despertar del todo. ¿La primera cosa que veo? Nada. No hay nada. Solo un fondo blanco. ¿Y a mi izquierda? Nada. Una silla vacía llena de aparatos de médico. ¿Y a mi derecha? Na... Un momento, ¿quién me está mirando fijamente a los ojos? Reconozco esa mirada, pero me duele la cabeza demasiado. Mis labios tiemblan, con ganas de pronunciar el nombre:
-J-Julia... ¿Qué haces aquí?.
-Todo ha salido bien- me dijo.
-¿De qué hablas? ¿Dónde estoy? ¿En el cielo?.
-Sí, y yo estoy contigo, no te joroba- me respondió en un tono burlón y jocoso, sacando unas gafas del bolsillo de su camisa y poniéndoselas. No me había dado cuenta, sus ojos se habían vuelto algo amarillentos.
-¿Y me lo vas a explicar, lagartija?- dije mirándola.
Lo único que hizo fue coger un espejo y enseñármelo. ¿Qué vi? Mi cara. Qué novedad. Espera... ¿Mi cara? Pero si me volví zombie...
-¡YUJU!- grité con todas mis fuerzas. Me levanté de un salto de la cama y me puse a bailar de la alegría. Julia se rió y me puso una mano en el hombro:
-Calma, calma, que aún te puedes fracturar- dijo sabiamente. Me exhortó a volverme a tumbar y a contener mi alegría. Sonreí de oreja a oreja y abracé a Julia:
-¡Oh, mi July!- dije abrazado a ella -¡Me salvaste la vida!.
-No me lo agradezcas a mí, sino a la doctora. Ella te ha salvado.
-¿Dónde está? ¡Quiero conocerla!- dije eufórico.
-Tooodo a su tiempo...- dijo Julia tranquilizándome de nuevo. No sé cuanto tuve que esperar, pero me dio igual. Ya era humano. Entró la doctora con sus gafas negras...
-¡Vaya... Así que eres tú... Hebi-Chan!- y sin más preámbulos, me abalancé sobre ella y le di un muy fuerte abrazo. Ella no se rió, solo me abrazó, aun que estaba sonriendo:
-En fin... Creo que ya estás mucho mejor. Debería darte el alta.
Y mientras me pidió que la acompañara, miles de preguntas asaltaron a Hebi por mi parte: ¿Cómo estaba? ¿Qué pasó aquel día? ¿Qué me pasó? ¿Dónde estaba? ¿Dónde vivía ahora? ¿Dónde viviría yo?
Nada. Silencio. Solo me firmó el papel y me dijo:
-Buena suerte.
Que cortante. Bueno, vale... Ya que he vuelto de la muerte, vamos a ver qué tal sigue el mundo. Camino por el enorme hospital. Salgo de este y veo las calles vacías. Instintivamente, me llevo la mano derecha a la cintura. Tonto de mí, la costumbre. No tengo la katana. Sigo adelante lentamente, vestido solo con el extraño mono de doctor... Y de la nada, salen unas 8 personas con micrófonos y cámaras asaltándome:
-¡Buenas, campeón! ¿Qué tal has salido de la enfermedad?
-¿Te has camelado a la Alcaldesa?
-¿Qué fue de tus místicas armas?
-¿Para cuando la boda con Hebi?
Cada pregunta se solapaba con la anterior. Yo, muy sorprendido, decidí hacer como la última vez que vi a un famoso por la tele: Callarme, avanzar, taparme la cara y esperar a que se cansen.
Estuve así hasta que llegué a mi antigua casa. Oh, mi casa está destrozada. ¿En qué pensaba? Espera... ¿Qué? Está perfecta. ¿Qué ha pasado? Qué extraño. Decido acercarme y toco la puerta un par de veces. Abre la puerta y...
-¡MI VIDA!
Una confusa figura salta sobre mí y me come a besos:
-¡Oh, mamá! ¡Ya, ya está! ¡Ya estoy aquí! ¡No hace falta que me beses tanto!- dije entrando con ella subida a mí como un koala. Y para mi sorpresa, mi hermano estaba también dentro. Ambos callamos de golpe. Mi madre se bajó. Se acercó mi hermano a mí lentamente, mirándome desde su mínima altura superior. Lo único que me dijo fue:
-Bastardo hijo de perra, lograste vencer a la "Liga Zombie"- y me pegó un muy fuerte abrazo que hizo crujir mi espalda con fuerza.
-Gracias. Gracias a ti, ahora vivimos en casa. Los habitantes nos han ayudado a alzar de nuevo la casa.
-Oh, ya veo. En fin, gracias, bro.
-Por cierto, también nos han devuelto una cosa tuya...
Y ahí estaba de nuevo. Mi katanita, limpita de sangre y brillante como el sol. No pude evitar pegar un gritito de alegría y tomar la katana de nuevo. Un ruido por megafonía sonó en toda la ciudad:
-Atención, "Nuevos Habitantes", os habla vuestra líder, Hebi Poizum Sirium. Solo quiero decir que el nuevo rehabilitado "Marshall Dean" será premiado con la "Medalla del Valor" de los Nuevos Habitantes. Se efectuará a las 18:00 de mañana en la Gran Plaza. Una escolta lo recogerá en su casa a las 17:30. Es todo-.
Y antes que ese ruido por megafonía significaba luchar, ahora significaba recibir una medalla. En fin, mi madre me dijo:
-Tienes ropita limpia en tu armario. Ya sabes donde está la ducha y... Bueno, que descanses, hijito-.
Y mamá se fue a la cama a dormir. Normal, eran las 3 de la mañana. Mi hermano también se fue a la cama. Bueno, ya que estoy aquí, me voy a echar una duchita. Me duché profundamente con agua caliente, sin preocuparme de los zombies ni de la muerte ni de acabar con amigos. Solo ducharme y relajarme. La ducha duró una hora y me fui a la cama a dormir.
Tuve la noche desequilibrada, mas me desperté aproximadamente a las 14:00. Bueno, da igual. No hay prisa. Me duché de nuevo y me vestí, esperando a que llegara las 17:30. Bueno, ¿y qué hago mientras? Puedo practicar un poco con la katana. Salí a la terraza y puse a pegarle cortes al muñeco de prácticas que usaba antes. Había empeorado mucho desde la derrota del Rey Zombie pero había mejorado mucho desde el inicio de la explosión. Bueno, ya eran las 17:30. Bajé las escaleras lentamente y llegué a donde estaba la limusina. Muchos paparazzis estaban ahí, preguntando de nuevo. Pasé de ellos y entré en la limusina. Esta no era ni comparada al camión de carga del "Desierto Muerto". El chofer abrió su ventanilla y dijo:
-Puede beber lo que quiera. Tiene un minibar bajo sus pies.
-No, gracias- respondí amablemente.
Llegamos. A las 18:00 exactas. Alguien abre la puerta y yo salgo. ¿Una alfombra roja? ¿Una verja? ¿Gente preguntando? Vaya, parece que no era tan insignificante como creía, después de todo. Caminé lentamente por la alfombra y vi el altar del fondo: Estaba Hebi vestida elegantemente con un traje-vestido junto a otro chico que tenía una caja. Este chico sonrió y lo reconocí. Era el híbrido que sobrevivió a la batalla. Subí a la altura del altar y Hebi empezó a hablar:
-Buenas tardes, "Nuevos Habitantes". Hace un par de años estábamos en la peor situación de toda la historia. Los zombies estaban a la cabeza del gobierno...
No escuché el resto del discurso, mas estaba centrado entre el grupo de gente... Había una chica de pelo negro y ojos oscuros... Catherine... La miré a sus ojos y... Si una vez vi su alma, hoy vi su máxima indiferencia. Eso dolió con fuerza en mi corazón:
-... Y tengo el honor de entregarle la "Medalla del Valor" al señor Marshall Deen.
Aplauso atronador. Hebi me miró a los ojos y me puso la medalla en el pecho:
-¿Te gustaría decir unas cuantas palabras, señor Marshall?
Negué. Demasiada vergüenza con ella ahí presente. La miré fijamente, ella hizo lo mismo:
-Bueno. En nombre de los "Nuevos Habitantes" y mío, enhorabuena.
Y me plantó un beso en la mejilla. Todos fotografiaron aquel momento. Calumnias. Todo calumnias.
Después de la ceremonia, me fui de nuevo al viejo colegio. Es irónico, a pesar de que un Apocalipsis zombie haya acontecido, el colegio sigue intacto. Me puse frente a la vieja puerta y, como un deja-vu, Catherine volvió a aparecer en aquella puerta. Mi corazón latía a mil, la miré indiferente para no caer en su trampa:
-Hola.
-Hola- respondió cínica.
Yo me senté en el suelo. Miraba al vacío. Pregunté:
-¿Qué tal con Miguel?
-Lo dejamos. No es lo que quería.
-Ah- respondí indiferente. Pero de golpe, Catherine me mira y habla:
-Lamento haberte dejado. No podía verte en ese estado. Por eso te maté.
Su mirada se clavó sobre la mía, pronuncié inconscientemente:
-No puedo dejar de pensar en ti.
Silencio. Nadaba entre su mirada, tan oscura como siempre:
-¿Te gustaría volver a intentarlo?- dijo ella.
No respondí. Me levanté y le ofrecí la mano. La estreché con fuerza. Caminé sin rumbo fijo. Ya estaba satisfecho. Sin duda, El Gran Marshall tenía que volver.
~Fin~
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